1. ¿Cinco señores?
El crucero de Cinco Señores hereda el nombre de una hacienda colonial. ¿Por qué se llama así? El origen del nombre tal vez no venga a cuento, pero es curioso: designa a Jesús, María y José, San Pedro y San Pablo, la plana mayor de la hagiografía católica —no he sabido, todavía, de alegatos feministas por referirse a la virgen en masculino—. Lo que sí viene a cuento es la creciente objeción de diversos personajes y organizaciones al proyecto de distribuidor vial del mismo nombre, por sólidas razones de fondo y forma que se han hecho públicas de modo abundante. Sin embargo, una virtud debemos reconocerle a la iniciativa: despertó a una sociedad civil adormecida por las promesas de cambio.
La justificada protesta ciudadana por la obra trae de nuevo al primer plano el tema de la vialidad y el transporte, pero sobre todo la discusión sobre la ciudad que soñamos. Nadie nos preguntó si privilegiar el transporte privado o extender indefinidamente la cubierta de cemento en los Valles Centrales serían parte de esos sueños.
2. ¿Dónde oímos esto antes?
La ausencia de una consulta informada a la ciudadanía parece, en efecto, una pesadilla recurrente, como lo muestra un recuento, ni siquiera exhaustivo, de obras urbanas recientes, muchas de ellas obras viales: Libramiento Norte, “modernización” de la salida al Tule, las “vueltas inglesas”, desmantelamiento de la estación y las vías del ferrocarril, ampliación de la carretera del Fortín, libramiento carretero Sur, “remodelación” del Zócalo, la Plaza de la Danza y otras plazas y jardines, cambio de pavimento de calles del centro, techado del auditorio Guelaguetza, tienda Chedraui de la colonia Reforma…
La lista podría crecer desmesuradamente si añadimos las iniciativas que diversos tecnócratas y empresarios intentaron realizar en Oaxaca, y que afortunadamente se quedaron sólo en propuestas por combinaciones variables de resistencia ciudadana, falta de tiempo o dinero y el megalómano absurdo que implicaban algunas de ellas: túnel en el Cerro del Fortín, segundo piso en la avenida Niños Héroes de Chapultepec, estacionamiento subterráneo en la Alameda León, McDonald’s en el Zócalo, centro comercial en el espacio de lo que hoy es el Centro Cultural Santo Domingo.
Como señalamos en nuestra entrega anterior, en todas estas obras se han desestimado de manera sistemática tres principios elementales: a) una sólida justificación de carácter urbanístico, ecológico y social; b) el apego riguroso de la legislación vigente; c) la consulta informada de los involucrados.
Otro patrón ha sido la actitud de los promotores, públicos o privados, ante la oposición que despertaron sus iniciativas. A los detractores, o bien se les descalifica por no ser expertos, o de plano se les acusa de favorecer intereses ajenos, oscuros. Se niega información, se montan campañas de adhesión a modo y se termina con la imposición por la vía de los hechos consumados.
3. ¿Vialidad o convivialidad?
Los optimistas consideran que el tráfico de vehículos automotores está provocando la creciente degradación de los espacios urbanos en los que nos movemos a diario, a tal grado que pronto estaremos ante una crisis de proporciones inmanejables. Para los pesimistas, la crisis está ya aquí y ahora, sólo que no podemos o no queremos reconocerla en su cabal magnitud. En todo caso, ni unos ni otros pueden dejar de atestiguar y sufrir la destrucción física del patrimonio arquitectónico de Oaxaca, la contaminación del aire que respiramos y la degradación social que implica la pérdida de los espacios públicos, más las molestias sin fin que representa el desplazarse diariamente en la ciudad.
En el terreno de las opciones, las divergencias son aún mayores; para algunos, se trata de resolver el problema de vialidad — en su estrecha connotación de facilitar el tránsito de vehículos automotores— por medio de soluciones convencionales como la construcción de vías rápidas, el aumento de estacionamientos o la colocación y sincronización de semáforos.
Para otros —que cada vez somos más—, se trata de un asunto de mayor fondo, relacionado con la manera en que vivimos y queremos vivir nuestra ciudad. Hemos constatado la degradación de nuestros ámbitos comunitarios a manos de la modernidad encarnada en los automóviles, pero sabemos que en Oaxaca, como en otras partes del mundo, las respuestas convencionales al problema del tráfico suelen ser insuficientes y hasta contraproducentes. Por eso apelamos al sentido común y a la imaginación para proponer un cambio radical en las actitudes sociales hacia los automóviles, los espacios públicos, y la búsqueda de nuevas relaciones sociales conviviales, en el sentido que da Iván Ilich al término.
Las consecuencias de optar por más calles y coches está ya en la ciudad de Oaxaca y la zona conurbada: niveles de contaminación que provocan microinversiones térmicas y lluvia ácida corroyendo los monumentos históricos; inexorable destrucción de árboles, áreas verdes y hasta empedrados tradicionales para dar lugar al pavimento y el concreto; proliferación de semáforos que terminan contribuyendo al caos vial; construcción de nuevas “vías rápidas” que rápidamente dejan de serlo, pero que dividen los barrios, etcétera.
4. ¿Qué podemos hacer?
Pensar la ciudad y nuestro modo de vida en otros términos es posible. A continuación, esbozamos algunas de las propuestas que han surgido en el ámbito de la sociedad civil:
-Cerrar el Centro Histórico al tránsito de vehículos en el contexto de un ambicioso programa de reordenamiento urbano. Se ha propuesto, por ejemplo, prohibir la circulación de motocicletas, automóviles y camiones en por lo menos 44 manzanas del centro histórico.
-Promover decididamente el uso de medios de transporte alternativos para los peatones y las mercancías: sistema eléctrico de transporte, bicicletas, triciclos, diablos, etc. Esto significa, entre otras cosas, crear rutas y estacionamientos especiales para bicicletas, y autorizar y fomentar el servicio público por tracción humana, lo que, además, crearía empleos.
-Reorganizar por completo el sistema de transporte urbano y suburbano de pasajeros, de manera que se resuelva de tajo el problema de la contaminación por humos, ruido, etc., en toda la ciudad. Así se evita que el centro sea un lugar de paso en el transporte de personas y se desaliente el uso de automóviles para llegar a él.
-Promover el fortalecimiento y la autonomía de los municipios conurbados y los de la periferia de la ciudad, y descentralizar los servicios del municipio de Oaxaca.
-Iniciar una intensa campaña de revegetación, promover áreas verdes, crear un cinturón ecológico para la ciudad de Oaxaca y rescatar los cuerpos de agua de los Valles Centrales. Asimismo, buscar opciones no centralizadas y de bajo impacto para el manejo de desechos: drenaje y basura.
– Crear mecanismos de consulta sobre proyectos y obras públicas, así como espacios de concertación en los que participen las dependencias de los gobiernos federal, estatal y municipales correspondientes, las organizaciones ciudadanas y comunitarias, y los centros de investigación. Para empezar, hay que revisar de manera crítica y participativa el plan de desarrollo de los municipios suburbanos.
5.¿Sueños guajiros?
Tal vez. Pero son preferibles a la pesadilla de la creciente adicción al cemento, el dinero y los combustibles fósiles. Es mucho más descabellado soñar que podemos continuar con nuestra loca carrera actual…, y sobrevivir.
Acerca del autor:
México, DF. Investigador y director del Instituto de la Naturaleza y Sociedad de Oaxaca, AC.
Colaborador habitual de El Jolgorio Cultural.
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