Recientemente, en el estado de Oaxaca sucedieron dos eventos que han continuado y extendido las reflexiones en torno a las radios libres y comunitarias.
Guelaguetza radial
La última semana de julio de 2011, Estéreo Comunal fue el anfitrión, y Guelatao de Juárez, en la Sierra Norte de Oaxaca, la sede. La Guelaguetza radial fue un espacio para resolver preguntas técnicas. Este taller fue impartido por Santiago García, miembro de Radialistas Apasionadas y Apasionados, de Quito (Ecuador).
Además de las preguntas referidas al uso de la tecnología y su aplicación en la radio, este espacio sirvió para compartir experiencias y seguir discutiendo. Para subrayar la paradoja: la legalidad del Estado contra la legitimidad del pueblo. En la conferencia de prensa, bien hizo Santiago García en referirse a las radios comunitarias como a-legales: aquellas que no se identifican con los contornos propuestos por las licencias del Estado.
La a-legalidad es una condición jurídica que se convierte en política. El reclamo por el reparto del espacio radioeléctrico es una discusión que va más allá de los requisitos, del papeleo y otras exigencias burocráticas. Esta discusión –sugiere uno de los organizadores, Nahú Rodríguez– se relaciona con el territorio y los recursos naturales, el aire y las ondas electromagnéticas que les pertenecen a los pueblos.
Hasta ahí –afirma el radialista– la participación suele ser limitada, pues la polémica escala, y rebasa las lindes de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, hasta alcanzar acuerdos internacionales como el Convenio 1,9 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo artículo 15 dice: “Los derechos de los pueblos interesados en los recursos naturales existentes en sus tierras deberán protegerse especialmente”. Y continúa el mismo artículo: estos pueblos tienen derecho “a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos.”
Muchos tratados, sin embargo, han sido ignorados. Y más aún, aquellos instrumentos locales, como el artículo 26 de la Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de Oaxaca. Éste asegura que “dichas entidades tienen derecho a establecer sus propios medios de comunicación, en sus propias lenguas”. Bien dijo Santiago García que la libertad de expresión no significa que otros medios ofrezcan espacios, sino tener los propios para manifestarse y representarse.
El antropólogo Jaime Martínez Luna aseguró que las radios comunitarias son proyectos vitales para la representatividad de los pueblos. “Sabemos –afirma el boletín de prensa– que la vida comunal se teje diariamente en la oralidad.” Entonces, la oralidad se extiende y revitaliza.
“Tenemos que construir, no nada más informar”, aseguró Luna. También habló de las radios y su potencial para diseñar y articular un proyecto educativo y nuevos modelos relacionales. Construir, entonces, nuevas formas de diálogo, discusión, negociación, y de exposición de nuestras diferencias.
La Guelaguetza radial fue un proyecto promovido por Palabra Radio, la Universidad de la Tierra y Ojo de Agua Comunicación.
10 años de Radio Jënpoj
El 6 de agosto de 2011, Radio Jënpoj celebró su décimo aniversario. Por la mañana, se realizó el encuentro de comunicadores indígenas, y la reflexión sobre los medios comunitarios se escuchó por la radio.
En la segunda época de ésta, después del decomiso que sucedió en el 2001, los realizadores de Radio Jënpoj comenzaron a discutir sobre el uso de los medios de comunicación en el pueblo, sobre la comunicación desde la vida cotidiana, ¿por qué hacerlo?
Estos proyectos, asegura el coordinador de la radio afincada en Santa María Tlahuitoltepec, Sócrates Vásquez, apelan a una comunicación más humana. A procesos de descolonización y redignificación identitaria: “La palabra tiene igual valor y trascendencia que otras lenguas, puede escucharse en cualquier medio, puede entenderse y puede diversificarse”, asegura el también representante de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias de México.
A diferencia de La Guelaguetza radial, en este evento se habló de un caso particular y se distinguieron dos niveles de objetivos: aquellos generales, y otros que miran hacia adentro.
Después del deslave ocurrido el 29 de septiembre de 2010 –cuenta el radialista–, la reflexión tomó otro rumbo. Desde aquel año, cuando se instaló el desasosiego en aquella parte de la sierra, la importancia de los medios comunitarios fue evidente. “El papel en contextos específicos, cuando ni siquiera llegan otros medios.” Fue una forma de decir: “Esto es lo que somos y esto es lo hacemos. Una opción, un medio importante.”
De alguna manera, aquella tragedia y el trabajo de la radio –allá y en aquel momento– sirvió para desmitificar y erradicar algunos calificativos: competencia desleal, piratas e ilegales.
Otra de las reflexiones que se escuchó por la radio se refirió a la gestión de recursos, la procuración de fondos para garantizar la subsistencia de las radios. En entrevista, Sócrates Vásquez habló sobre el reparto equitativo de la publicidad gubernamental. No se refirió a subsidios, sino a ingresos que les permitan solventar gastos de uso corriente. La luz, por decir algo. Pero esta discusión crece hasta llegar al tema de la autonomía. Una radio sin autonomía –aseguró anteriormente Jaime Luna– no es una radio comunitaria. Y ya se sabe: la autonomía no depende de dónde vienen los recursos, si del Estado, al fin y al cabo del erario, sino de qué se va a hacer con ellos, y qué se entiende por ese proceso.
La autonomía y la libre determinación son dos preguntas esenciales: “¿qué es lo que la gente quiere escuchar?, y ¿cómo quiere hacerlo?”.
Radio Jënpoj (viento de fuego), una de las pocas radios que cuenta con licencia, celebró su aniversario y anunció que en el 2013 será la sede de la segunda Cumbre Continental de Comunicación indígena del Abya Yala.
1982. Ensayista y artista visual