México es el cuarto país en el mundo con mayor biodiversidad. A nivel nacional, Oaxaca ocupa el primer lugar, posición aún más impactante cuando se aprecia también la riqueza cultural. Sin embargo, es preocupante que el gobierno actual del Estado de Oaxaca no haya manifestado aún cuáles serán los principales ejes rectores en cuanto a políticas públicas ambientales. Por ello El Jolgorio Cultural ha buscado a especialistas, funcionarios y activistas ambientales, para recabar su opinión sobre los problemas que aquejan a los ecosistemas del estado, debido al manejo inadecuado de las políticas ambientales. Aquí presentamos la primera parte del reportaje.
Cómo y dónde plantar un árbol, construir una casa, un complejo habitacional, el trazo de carreteras, el tránsito vehicular, el cuidado del agua, el aire y el suelo, son algunas acciones que aunque parecieran sencillas, están regidas por leyes y normas, políticas públicas ambientales que se supone fueron creadas para proteger los ecosistemas de Oaxaca, México y el mundo. Desde que fueron hechas, hace poco más de 50 años, su ineficaz aplicación ha provocado la depredación de la riqueza natural de este estado y el país entero –como los decretos presidenciales de parques nacionales cuyas declaratorias han tenido escaso o ninguna influencia en la preservación de los sitios nombrados como tales-, hecho que hoy comienza a encerrar a la humanidad en un círculo que se cierra rápidamente y a despertar mentes en favor de una mejor relación con la madre naturaleza.
México ha suscrito, al 2010, importantes acuerdos, entre los que destacan el Convenio sobre Diversidad Biológica; la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y su Protocolo de Kyoto; el Convenio de Estocolmo, sobre contaminantes orgánicos persistentes; el Protocolo de Montreal, relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono; la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación; la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres; y los Objetivos del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (fuente: www.presidencia.gob.mx).
El recién nombrado director del Instituto Estatal de Ecología y Desarrollo Sustentable de Oaxaca, José Francisco Félix Sánchez, señala que en la entidad es urgente trabajar en la aplicación de políticas públicas ambientales. Éstas son impulsadas a nivel federal por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), órgano creado en noviembre del 2000 por el entonces presidente Ernesto Zedillo, con la aprobación del Congreso de la Unión.
Esta instancia federal, entre las casi 50 funciones que tiene, busca fomentar la protección, restauración y conservación de los ecosistemas, recursos naturales y bienes y servicios ambientales, con el fin de propiciar su aprovechamiento y desarrollo sustentable. Aunque estos postulados suenan alentadores, la realidad es otra. Mucho tiene que ver que las políticas ambientales son de creación relativamente reciente en el planeta -en las dos últimas décadas del siglo XX- y ha sido menos el tiempo en el que llegaron a nuestro país -en el sexenio referido 1994-2000. Uno de las primeras investigaciones que pusieron en el debate mundial esta problemática fue Primavera silenciosa, un libro de Rachel Carson, publicado en 1962, que advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el ambiente y culpaba a la industria química de la contaminación creciente.
Para el director del Instituto de la Naturaleza y la Sociedad Oaxaca A.C., Juan José Consejo, desagraciadamente las políticas públicas califican de insignificante a la ecología, pues hace 20 años ni siquiera se hablaba del asunto, y hasta el momento en términos legales se ha hecho poco, a pesar de los discursos emitidos por las autoridades gubernamentales.
“Lo que se hace [ambientalmente] en términos legales y programas de políticas públicas en México es insuficiente, lo que vemos ahora es que la gente vive cada vez peor y las condiciones naturales locales están cada vez más deterioradas, lo que se realiza actualmente es escaso y contraproducente. Por ejemplo, el drenaje -la idea de usar agua limpia para transportar desechos-, lo que ha hecho en realidad es empeorar las cosas; gastar mucha agua limpia básicamente para ensuciarla, lo importante es tratar el agua, pero las plantas tratadoras de aguas no sirven”.
A lo anterior, Consejo suma la falta de conciencia de la sociedad y las autoridades, quienes en lugar de preocuparse por el ambiente prefieren dedicarse a mejorar sus condiciones de vida mediante del materialismo que les da, según ellos, un mejor estatus social.
Del tema se ha escrito mucho: libros, manuales, ensayos y artículos; empero, es la Semarnat la principal dependencia gubernamental facultada para promover las leyes de protección ambiental, todas se pueden leer en su página oficial. Una de estas normas dicta –siempre y cuando no le competa a otra dependencia– formular y conducir la política nacional en materia de recursos naturales, así como en materia de ecología, saneamiento ambiental, agua, y regulación ambiental del desarrollo urbano y de la actividad pesquera.
Por otro lado, la Comisión Nacional Forestal (Conafor), el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), el Instituto Nacional de Ecología y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), son instancias que se suman a la aplicación de políticas públicas. Aún con la existencia de estos órganos de protección, México carece de verdaderos programas que velen por el bienestar natural respetando las condiciones culturales de las diversas comunidades, principalmente las que se ubican en zonas selváticas y boscosas, que durante muchos años han mantenido una relación respetuosa con el medio ambiente.
Recordemos el caso del predio Sarmiento ubicado en la colonia Reforma de la ciudad de Oaxaca, en donde a pesar de la resistencia vecinal, en 2008 se derribaron cerca de 200 árboles maduros para construir una tienda de autoservicio Chedrahui. Y por otro lado, la construcción de la estructura metálica, aún inconclusa, que fue montada para techar el auditorio Guelaguetza, en el cerro del Fortín. El ecologista y artista plástico Francisco Verástegui opina que los ejemplos anteriores son la muestra más clara del desconocimiento que las autoridades tienen de las políticas ambientales. “La clave de una política ambiental acertada está en el respeto a la naturaleza y en no acabar con los recursos naturales, sino hacer que mejoren y que haya más para las demás generaciones. Si no han funcionado correctamente es por ineptitud y corrupción, falta de capacidad y conocimiento”.
Acerca del autor:
Juchitán de Zaragoza, Oax. 1986
Ha colaborado en los diarios El Imparcial, Tiempo y Despertar, y en distintas revistas y portales de noticias