Es 14 de septiembre, víspera del día de la Independencia. El zócalo de Oaxaca está adornado con miles de foquitos verdes, blancos y rojos. En cada esquina hay puestos ambulantes que ofertan desde las tradicionales banderitas hasta pelucas y bigotes tricolores. Gente por doquier, es viernes en la noche y el puente ha empezado. El paseo obligado es por el Andador Turístico y el primer cuadro citadino. Muchos, casi todos, hacen planes para el día siguiente. Deciden si acudir al famoso grito o no, y el posterior destino. Otros asumen que no hay nada por festejar, dadas las condiciones del país.
A la altura del templo de Santo Domingo de Guzmán una fiesta se gesta. Entre tal multitud dos bicicletas se dejan ver. Al rato son cuatro o cinco, manejadas por niños. Le dan la vuelta a las palmeras adornadas con luces moradas y verdes y luego a un carrito de hot dogs. Paulatinamente se juntan varias decenas de ciclistas. Algunos traen sombreros con los colores patrios y otros han incrustado banderitas a los manubrios de sus vehículos. Una madre da indicaciones a sus hijos, ya en el grupo y con cascos. “Me hablan, aquí los voy a estar esperando”, dice, “sí, sí, ajá” contestan ellos, ansiosos y listos para partir.
Suena La marcha de Zacatecas desde bocinas remolcadas por un joven en su bicicleta. La melodía y enorme sombrero del personaje hacen imposible no verlo. “¡Ya vámonos!” grita uno de los ciclistas, acto seguido se oyen silbidos apoyando su propuesta. El contingente parte finalmente. Bajan por Alcalá y al llegar a la iglesia de la Sangre de Cristo, doblan a la derecha. El llamativo grupo hace que los transeúntes saquen sus celulares para fotografiarlo o grabarlo. Siguen melodías mexicanas, rancheras y géneros hechos suyos por los connacionales, como cumbias. Se oyen Pedro Infante, Antonio Aguilar y El Buki.
Pronto el grupo abandona las vialidades más transitadas. Avanzan sobre Matamoros y se internan en los más oscuros y desconocidos rincones del centro ¿del centro? Sí, aunque la oscuridad y soledad de calles con nombres como Eclipse 70 parezcan de alguna colonia periférica, las cédulas de su nomenclatura indican lo contrario. El paseo se presta para acercarse a lugares invisibilizados. Pasa frente a puestos de quesadillas, tacos y empanadas cuyos olores llegan a los ciclistas tentándolos a quedarse a cenar. Luego el contingente arriba a Zaragoza y las mujeres que le dan fama a la calle lo miran inmutables.
Pronto regresan a calles más conocidas. Llegan al zócalo por Colón. Entran al cuadrángulo y dan una vuelta ante los comensales ubicados en los restaurantes de los portales. Los ciclistas pasan bajo los foquitos de colores que adornan el corazón de la ciudad y dan su propio grito: “¡Viva México!, ¡viva!, ¡viva la bicicleta!, ¡viva!”. El grupo se dirige al norte y arriban, para finalizar, a las oficinas de Mundo Ceiba A. C., cerca del Jardín Conzatti. Quienes rentaron una bicicleta la depositan en el lugar y siguen su camino a pie. La asociación cierra sus puertas y espera el siguiente paseo nocturno.
Mundo Ceiba A. C. organiza todos los miércoles, jueves y viernes los paseos nocturnos Oaxaca es más bella en bicicleta. Tienen como objetivo promover este vehículo como un medio de transporte sustentable. Junto a la Red Nacional de Ciclismo Urbano (Bicired), Mundo Ceiba convoca al V Congreso Nacional de Ciclismo Urbano, los días 28, 29 y 30. Habrá mesas redondas, conferencias, recorridos en bicicleta y diversas actividades artísticas y culturales.