Oaxaca tiene fuerte presencia en estrenos de producciones de video, incluso de largometrajes en cine. Más y más personas oaxaqueñas con capacidad y talento expresan sus ideas, pensamientos, fantasías y realidades en los medios audiovisuales. En este panorama, los pueblos indígenas asumen una presencia muy notable. Hoy destacan jóvenes de comunidades indígenas como hábiles contadores de historias que dan nuevos matices a la profunda y variada identidad de Oaxaca.
Para quienes formamos la organización Ojo de Agua Comunicación, no hay actitud más inspiradora que la valiente decisión de contar historias propias que visibilizan lo que los medios de comunicación, comerciales y oficiales, menosprecian u ocultan.
El video en México y su uso entre los pueblos indígenas de Oaxaca nacen juntos. El video, a diferencia de la televisión, nos permite registrar imágenes y sonidos por medios electromagnéticos y reproducirlos de manera autónoma. El video comienza a usarse en la UNAM, en la década de los 70. En esos años, nos cuentan, ya había algunas cámaras en manos de líderes indígenas oaxaqueños que grababan asambleas, tequios, milpas y fiestas.
A partir de los 80, observábamos con admiración a personas de comunidades zapotecas, mixes, triquis, grabando las fiestas tradicionales, la audición de las bandas, las danzas, los castillos y toritos encuetados. Dejaban memoria de una obra realizada en tequio, de las decisiones tomadas en asamblea, o de la resolución de un conflicto en el territorio comunal. A mediados de esta década, se proyectaron videos realizados por comuneros de San Francisco Cajonos, y también por mujeres tejedoras de San Mateo del Mar, que obtuvieron reconocimiento en festivales internacionales de cine y video.
Paralelo a esos esfuerzos, en 1989 —entre prejuicios y dudas expresadas por varios cineastas y antropólogos sobre la capacidad de las y los indígenas de convertirse en videastas—, el entonces Instituto Nacional Indigenista pone en marcha el Programa de Transferencia de Medios a Comunidades y Organizaciones Indígenas. Tlacolula fue la sede de los talleres sobre producción de video: se dotó de costosos equipos de grabación y edición a 36 organizaciones indígenas del país. A los talleres siguió el Centro Nacional de Video Indígena, instalado en la ciudad de Oaxaca en 1994. Veíamos que en las comunidades, muchos migrantes, al regresar de Estados Unidos, traían cámaras de video que querían utilizar para grabar la vida, la cultura y las luchas de sus propios pueblos.
Así, en 1990, Oaxaca vivió un auge de producciones de lo que se conocería como video indígena. En decenas de comunidades se hicieron registros videográficos de acontecimientos, se realizaron documentales para denunciar la violación a sus derechos más elementales; para visibilizar sus luchas por la defensa de territorios —las formas de organización, la espiritualidad, los ritos y tradiciones—, y para compartir y valorar experiencias en la búsqueda de una vida digna y del buen vivir.
Más personas de los pueblos ayuujk, zapoteco, ikoots, mixteco, triki, chatino, amuzgo, entre otros, sumaron a su labor campesina la habilidad de contar historias con video, convirtiéndose en narradores y protagonistas, y apropiándose así de un medio de expresión y comunicación antes considerado ajeno.
En 1998, varias personas apasionadas y comprometidas para lograr cambios positivos con el video fundamos Ojo de Agua Comunicación (Comunicación Indígena S.C.). En 2013 cumplimos 15 años trabajando para que los medios de comunicación, principalmente el video y la radio, sean herramientas útiles para el fortalecimiento de los pueblos indígenas.
En este andar, hemos definido la comunicación indígena como aquella que da voz y ojos al mundo entero, en torno a visiones dignas del conocimiento, cultura, proyectos, reclamos, logros y luchas de los pueblos originarios. Esta forma de trabajar los medios requiere de sensibilidad por parte de las y los comunicadores, y una participación activa de los protagonistas que aparecen en pantalla. Al final, no es determinante que el comunicador o comunicadora sea o no indígena, pero sí que asuma este compromiso, que abarca tanto la forma como el contenido del trabajo que se realiza.
Nuestro esfuerzo nos ha llevado a transitar en un importante proceso de crecimiento que intenta responder a la demanda, cada vez más fuerte, de utilizar los medios de comunicación para que representen los intereses verdaderos de los pueblos indígenas. Nos ha hecho continuar promoviendo la apropiación de estas herramientas para el ejercicio pleno del derecho a la comunicación y la libre expresión.
El reto es inmenso. Especialmente cuando la desigualdad imperante en el estado de Oaxaca está vinculada a la falta de acceso a los medios de comunicación. La concentración de los medios mexicanos en manos del duopolio Televisa-Tv Azteca concentra grandes fortunas y enorme poder político. Esto margina y oculta otras visiones no afines. Aunque hay muchas personas grabando video en sus comunidades, es necesario fortalecer los procesos. Actualmente, a pesar del auge en décadas anteriores, la visibilidad del video hecho en comunidades indígenas se ha reducido notablemente. Esto es un indicador de la crisis económica y de la migración, situaciones que imponen otras prioridades de sobrevivencia a las personas, comunidades y organizaciones de base interesadas en desarrollar la comunicación indígena.
En Ojo de Agua somos seis socios y una socia que junto con otros colaboradores, trabajamos con un gran número de organizaciones produciendo videos, organizando foros y convocando a encuentros, seminarios y talleres de producción de video y de radio. Durante los últimos años, mientras que el video es menos utilizado en las comunidades, las radios comunitarias han crecido exponencialmente.
Junto con Ojo de Agua, hay otras organizaciones, iniciativas ciudadanas —algunas de base indígena, otras no— con las que compartimos objetivos. No dejamos de creer que es urgente avanzar hacia un equilibrio en el control de los medios de comunicación que favorezca también a los pueblos indígenas. Sin embargo, no existe la voluntad política para hacer esto una realidad, a pesar de leyes, acuerdos internacionales y determinaciones explícitas en la Constitución Política del país. Y éste no es un reto sólo de Oaxaca o de México: los obstáculos, en diferente medida, también existen en otros países con presencia de pueblos originarios. Sin embargo, los dificultades no nos detienen: nos motivan a salvarlos. Y mientras nos damos a esta complicada tarea, al mismo tiempo creamos rutas alternativas para crear y operar medios de comunicación propios; formas de defender y practicar el derecho de la libre expresión, de hacer de la tecnología y de los medios de comunicación herramientas útiles, que le den vuelta a las pantallas y a las bocinas de los medios masivos, y que cambien la estructura de poder económico y político para el bien de la humanidad. Necesitamos medios en manos de la población indígena de Oaxaca.