Este año marca el centenario natal de dos importantes —y fascinantes— músicos, ambos estadunidenses, que dejaron una huella trascendente en el quehacer sonoro del siglo XX por caminos muy diferentes: John Cage (1912-1992) y Conlon Nancarrow (1912-1997).
John Cage
Con mucha frecuencia, los estudiosos especialistas han definido a John Cage como un músico de vanguardia. Sin embargo, él afirmaba que en vez de “vanguardia”, prefería que su música fuera etiquetada como “experimental”, ya que consideraba este término más incluyente que excluyente. Como lo narra el notable ensayista y crítico musical Alex Ross: “Siendo el compositor estadunidense más radical de su tiempo, Cage procedió a desatar algunos de los más asombrosos eventos y no-eventos en la historia de la música: collages de cinta magnética y sonidos de radio, obras creadas al azar, happenings multimedia y, lo más famoso, su pieza 4’33”, en la que el intérprete no produce ningún sonido”.
Detrás de la propuesta conceptual que da origen a la mencionada pieza 4’33”, y de mucha de su música, está esa singular y contundente idea de Cage, expresada así en sus propias palabras: “No hay tal cosa como un espacio vacío o un tiempo vacío. Siempre hay algo que ver, algo que oír. De hecho, por más que tratamos de hacer un silencio, no podemos”.
El hecho de haber sido hijo de un inventor de aparatos eléctricos y electrónicos motivó que uno de sus principales maestros, Arnold Schönberg (1874-1951), haya dicho lo siguiente: “Cage no es un compositor. Cage es un inventor, pero un inventor genial”.
Fue compositor, sí, pero también le gustaba la materia táctil de la música y gozaba la ejecución instrumental. Fue filósofo de variada orientación y, a la vez, propuso numerosos conceptos fascinantes en sus trabajos teóricos sobre música y sobre otras materias. Artista multifacético, probó también las artes plásticas, y sus poemas siguen siendo a la vez sorprendentes y contundentes. Cage fue un pionero en el ámbito de la música aleatoria, aplicando diversas teorías del azar —valiéndose, de manera muy importante, del I Ching, el Libro de las mutaciones— a la creación musical. Se dio tiempo para estudiar a fondo la filosofía de la India y el budismo zen, y en estos estudios encontró importantes principios teóricos y líneas de conducta para su vasto y variado trabajo creativo. Fue también el profeta fundacional y principal practicante del piano preparado, a través del que creó y comunicó mundos sonoros literalmente inauditos. Interesado con pasión en otras disciplinas creativas, fue uno de los más importantes promotores de la danza moderna, así como de la interacción estrecha entre compositores y coreógrafos, principalmente a través de su larga y fructífera relación con su colaborador y compañero de vida, el notable coreógrafo Merce Cunningham. Siempre curioso y siempre cercano a lo nuevo, se convirtió también en un importante pionero de la teoría y la práctica de la música electrónica. Y como a Cage le sobraba tiempo en medio de toda esta nutrida actividad, fue también un experto micólogo, buscando, encontrando, recolectando y estudiando cualquier cantidad de variedades de hongos. Y como un hongo, precisamente, se extendió su influencia musical e intelectual en el siglo XX, tanto en los Estados Unidos como más allá de sus fronteras.
Conlon Nancarrow
En el caso de Conlon Nancarrow, se hace relativamente más fácil llegar a una definición de lo esencial de su herencia sonora. El musicólogo Paul Griffiths le dedica estas palabras en su compacto pero muy completo libro Música moderna: Una historia concisa, en la que refiere: “Simultáneamente, los rebeldes de la música del siglo XX han llegado a ser reconocidos como parte de su rico tejido: los ejemplos incluyen a Busoni, Scelsi y Conlon Nancarrow. La música de Nancarrow consiste casi exclusivamente en estudios para pianola, en los que se ejecutan ingenierías rítmicas formidablemente complejas inspiradas en parte en el jazz y en parte en el gozo por las capacidades del instrumento mecánico”.
Nancarrow inició su trayectoria musical como estudiante en el Conservatorio de Cincinnati y más tarde estudió en Boston. En sus años de aprendizaje, tuvo la fortuna de aprender de importantes músicos, como Roger Sessions (1896-1985), Nicolas Slonimsky (1894-1995) y Walter Piston (1894-1976). Antes de orientarse hacia regiones más académicas del quehacer musical fue trompetista en una banda de jazz.
Desde su juventud fue un hombre poseedor de una aguda conciencia política y social, miembro del Partido Comunista. Durante la Guerra Civil Española, se unió a la legendaria Brigada Abraham Lincoln para pelear en el bando republicano. Estuvo preso en Francia y a su regreso a Estados Unidos fue víctima del hostigamiento gubernamental debido a su activismo político.
En 1940 viajó a México, donde decidió establecerse definitivamente, y en 1956 se convirtió en ciudadano mexicano. En algunas de sus composiciones tempranas, Nancarrow planteó severas exigencias técnicas para los instrumentistas, de modo que pocas veces pudo escuchar interpretaciones satisfactorias de sus partituras. Este estado de cosas no mejoró a su llegada a México, y al paso de los años, el compositor encontró una solución parcial a este problema: la pianola, cuyas características mecánicas le permitieron escribir música de una complejidad rítmica que rebasaba las capacidades humanas. Como consecuencia lógica de esta línea de conducta, Nancarrow habría de afirmar años más tarde que, de haber tenido a su alcance el instrumental de la música electrónica, sin duda lo habría utilizado para la realización de sus complejas estructuras sonoras. En una de sus visitas a Estados Unidos, escuchó la música de John Cage para piano preparado y, fascinado por las nuevas sonoridades, realizó algunos experimentos en este sentido.
Nancarrow vivió años en la colonia Las Águilas de la Ciudad de México, ignorado por el medio musical mexicano. En 1969 apareció en Estados Unidos un disco con su música, y en la década siguiente sus partituras comenzaron a ser publicadas. Gracias a ello, su trabajo comenzó a ser conocido —y reconocido— en círculos más amplios.
Es probable que el más alto reconocimiento recibido de parte de sus colegas haya sido el del gran compositor húngaro György Ligeti (1923-2006), quien alguna vez afirmó que la música de Nancarrow era “el más grande descubrimiento desde Webern y Ives…, algo grande e importante en toda la historia de la música. Su música es tan original, tan disfrutable, tan perfectamente construida, pero al mismo tiempo, emotiva… para mí es la mejor música entre la de todos los compositores vivos.”
La mejor manera de aproximarnos en este 2012 a ideas y conceptos musicales realmente nuevos y duraderos es escuchar con atención los sonidos —y los silencios—creados por John Cage y Conlon Nancarrow.
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Acerca del autor:
Ciudad de México, D. F. (1955). Cineasta, musicólogo, fotógrafo, productor de televisión, locutor y guionista. Como crítico de música ha colaborado en La Jornada, Cine Premiere y Pauta.