La enfermedad de Chagas se caracteriza por generar mega órganos. El esófago, estómago, colon y corazón aumentan de dos a tres veces de tamaño, entorpeciendo sus funciones. El padecimiento es especialmente letal dado su silencio. Al carecer de sintomatología, su detección se realiza hasta cuando el afectado acude a ser analizado por otras razones o dona sangre. Si esto sucede luego de cinco años del contagio, el mal es irreversible. La única opción es un tratamiento para retardar los efectos. El resultado finalmente será la muerte.

El padecimiento es provocado por el tripanosoma cruzi. El protozoario es parásito de entre un 40 por ciento y 60 por ciento de los triatóminos, mejor conocidos como chinches besuconas. De estos hematófagos de hábitos nocturnos se han identificado en el país 32 especies, 11 de las cuales se hallan en Oaxaca. Por eso no es para sorprenderse que el primer caso de la enfermedad de Chagas en México se haya registrado en nuestro estado, en 1940. Por el hábitat del insecto, son quienes se encuentran en el campo los principales afectados.

Desde hace dos años, la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) realiza una investigación al respecto. Con el fin de estudiar la enfermedad de Chagas para prevenir y minimizar sus efectos, un grupo multidisciplinario trabaja en el laboratorio número cinco de la institución. De las siete especies estudiadas, se han determinado las tres más abundantes en el estado. Éstas son la Phyllosoma en el Istmo, la Barberi en los Valles Centrales y la Mazzotti en la Costa.

Se han identificado, también, los lugares donde se ubican los triatóminos, con encuestas epidemiológicas. Oaxaca es sólo uno de los sitios afectados pues la enfermedad, como los insectos, se encuentra desde Argentina hasta el sur de Estados Unidos. El movimiento de los diminutos transmisores responde a las condiciones climáticas. Muchas de las determinaciones se han logrado mediante experimentos. En el laboratorio se crían ratones, expuestos luego a las chinches para relacionar los efectos con los humanos.

Esta enfermedad es una de las menos estudiadas y por ende de las menos atendidas en México. Aunque otros países le prestan más atención, el nuestro está quedando atrás. Por eso, se espera que los resultados de esta investigación hagan un valioso aporte, que sería compartido con la Secretaría de Salud para realizar acciones de prevención, fumigación y campañas de saneamiento. Tal como se hace con el mosquito transmisor del dengue, la fauna nociva portadora podría ser detenida a tiempo.

Entre otros, se emplearía epidemiología satelital. Con base en el clima, altura sobre el nivel del mar, precipitación y con ayuda de tecnología GPS, podrían identificarse zonas de riesgo. Además, las fechas de reproducción del ciclo de vida de la chinche. Ante la carencia de una cura, las acciones anteriores al surgimiento del malestar son de vital importancia. El mejoramiento de la vivienda, sobre todo en zonas rurales, figuraría entre las labores primordiales.

Luis Alberto Hernández Osorio, quien trabaja en el proyecto, mencionó algo de la historia de esta investigación. Comenzó como un estudio de biología molecular donde usaban el tripanosoma cruzi, por la organización de sus genes. Con base en esto organizaron algunas bibliotecas genómicas. Al incorporarse a la UABJO, no se contó con la infraestructura ni los recursos necesarios para trabajar de igual manera, y se optó por algo de menos requerimientos, pero sin abandonar el análisis de la enfermedad.
El financiamiento proviene actualmente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Además, existen apoyos económicos de los fondos de investigación de la UABJO y de los donativos de la  Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO). La realización de este trabajo brinda la oportunidad de poner en práctica sus habilidades a 15 estudiantes: ocho prestadores de servicio social, seis tesistas de licenciatura y una de doctorado. Se espera publicar los resultados el próximo año para conocimiento y beneficio de la sociedad.

“No tenemos fondo de investigación en el estado”, mencionó Hernández Osorio sobre los obstáculos para emprender trabajos similares al suyo. “Cuando un fondo es concursable sale ya destinado a un área, no es libre”. Hay áreas que no tiene cabida en la solicitud de becas, pues no entran en estas categorías. “Hacer ciencia en Oaxaca es un calvario, sin embargo cada día somos más los que apostamos a hacer investigación desde la universidad”.

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