¿Es el drenaje tan buena idea como aparenta? ¿Por qué empleamos inmensas cantidades de agua para alejar de nosotros excrementos y todo tipo de desechos? ¿Tenemos otras opciones? Diluye, aleja y olvida parece ser la máxima del saneamiento moderno. El sistema de drenaje consume y ensucia enormes cantidades de agua, es muy costoso, requiere plantas de tratamiento incluso más costosas y poco eficientes, y acaba contaminándolo todo. Tales preguntas decisivas guían este artículo que nos llama a reflexionar sobre el pensar y actuar egoístas que está hipotecando nuestro futuro como sociedad y anima a concebir otras formas de relacionarnos con nuestro entorno.
No hay duda de que las cloacas de París
han sido por milenios la enfermedad de la ciudad,
la herida abierta que se encona en su fondo…
Víctor Hugo
El drenaje y el retrete son probablemente de los utensilios más distintivos de la sociedad moderna. Nuestra posibilidad de simplemente jalar la cadena está ahora indisolublemente asociada al progreso, al desarrollo, al nivel de vida. Tanto es así que ya casi ni nos fijamos en ello, nos parece lógico y natural usar grandes cantidades de agua limpia para alejar de nosotros excrementos y todo tipo de desechos. Diluye, aleja y olvida parece ser la máxima del saneamiento moderno.
No siempre fue así. No es así, todavía, en una buena parte del planeta, aunque la modernidad globalizadora pretenda hacer universal tal modo de pensar y aplicarlo incluso a la historia. Este ideal de la higiene y el urbanismo occidental, como afirmó Iván Illich, apareció apenas después de la Revolución Industrial y se afianzó mucho más tarde en Estados Unidos, como componente básico del llamado american way of life. Pero, ¿es el drenaje tan buena idea como aparenta?, ¿tenemos otras opciones?
El drenaje no resuelve el asunto de los desechos
Echemos un vistazo a la condición actual del drenaje en la ciudad de Oaxaca, bastante semejante a la de muchos otros lugares del país. Lo que hacemos es juntar el agua de lluvia, originalmente limpia, con las aguas negras domésticas y una creciente variedad de sustancias, muchas disueltas en abundante agua potable. Añadimos también desechos industriales, residuos hospitalarios y aceites automotrices usados, entre otras cosas. Transportamos luego toda esta mezcla a través de costosos sistemas de tuberías que desembocan en los ríos, los arroyos o las calles. Las consecuencias para la salud y el ambiente de este modelo están ante nuestra vista –y nuestro olfato–. Hemos diluido y alejado lo que no queremos, pero cada vez es más difícil olvidarlo.
Desde la postura oficial podría decirse que las cosas están cambiando, que no sólo hay cada vez más tubos sino que al final de ellos hay ya varias plantas de tratamiento, incluyendo la gran planta de San Juan Bautista la Raya, inaugurada en 2008. Esto no es tranquilizador, pues a pesar de los altísimos costos de construcción y operación de las plantas, más del 90 por ciento de ellas no funciona, de acuerdo con datos de la Comisión Estatal del Agua.
La tubería que conecta con la gran planta de la ciudad fue construida sobre el lecho del río y las inundaciones de 2010 y 2011 la partieron, lo que nos tiene al borde de un magno desastre ambiental y sanitario. Pero aun si hubieran sido bien construidas y operaran adecuadamente, generarían un gran volumen de lodos residuales contaminantes que tendrían que acumularse en algún lado. El agua ya tratada, nunca completamente limpia (aunque no rebase los máximos de contaminación permitidos por la norma oficial mexicana), se podría reusar para algunos fines o verter de nuevo a los ríos para que siga su camino al mar y termine de diluirse.
¿De verdad es esto lo mejor que podemos hacer?, el sistema de drenaje consume y ensucia enormes cantidades de agua, es muy costoso, requiere plantas de tratamiento incluso más costosas y poco eficientes, y acaba contaminándolo todo.
Cada vez es más evidente que el drenaje no resuelve el asunto de los desechos familiares; únicamente aleja de nosotros el problema para crear uno mucho más serio en otro lugar. En la ciudad de México periódicamente hay graves inundaciones con aguas negras y, en Oaxaca, es muy triste ver terrenos que fueron fértiles o que simplemente albergaban la vegetación local, convertidos en lagunas apestosas e insalubres que a la larga provocan más enfermedades y problemas de los que se evitaron con el drenaje. Es muy triste ver nuestros ríos en los que antes se pescaba, se tomaba agua, en donde las familias se bañaban, convertidos en ríos turbios de aguas malolientes donde los pocos peces que sobreviven son focos de infección. Pensemos en el río Atoyac, hace menos de 40 años era un río precioso, limpio y caudaloso; ahora es un basurero inmundo que la mayor parte del año sólo lleva el agua del drenaje de la ciudad de Oaxaca.
Sistemas alternativos que no contaminan
Una cosa es indudable: necesitamos una manera higiénica de deshacernos de nuestros excrementos y de las aguas jabonosas, ¿cómo podemos hacerlo? Hay diversos sistemas alternativos; uno de ellos son los sanitarios secos, también llamados ecológicos porque no dañan el ambiente, no consumen agua y bien usados no producen malos olores. Estos sanitarios retoman el principio de aprovechar los desechos como fertilizante, ya que después de cada uso se les agrega ceniza y tierra y con el paso del tiempo se convierten en un abono de muy buena calidad.
Las aguas jabonosas también pueden recibir diversas formas de tratamiento: se pueden hacer trampas de grasas, que son instalaciones muy sencillas donde se va quedando la grasa de la mugre y el jabón; también filtros de grava, arena y otros materiales de fácil adquisición, o pequeños estanques con carrizos u otras plantas semejantes que purifican el agua y la dejan lista para usarse en el riego de las plantas. Este tipo de estanques puede hacerse también para tratar el agua de un barrio o colonia.
Claro que todos estos sistemas requieren de nosotros más que sólo jalar una palanquita. Tenemos que cuidarlos, limpiarlos periódicamente, arreglarlos si dejan de funcionar bien, pero a cambio no sólo resuelven el problema de los desechos humanos de manera sencilla y no muy cara, no ensucian el agua ni dañan a la naturaleza.
En fin, continuar con la visión de diluir, alejar y olvidar no mejora nuestras vidas, sólo parece resolver el problema temporalmente, porque tarde o temprano regresará a nosotros, y aumentado.
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Acerca de los autores:
Juan José Consejo.
Investigador y director del Instituto de la Naturaleza y Sociedad de Oaxaca (INSO), A. C.
Laura López López.
Ciudad de México. Editora, traductora y redactora, fue bailarina profesional. Es coordinadora de difusión del INSO. Ha sido editora de las revistas Aguaxaca, El Macuil, El Tecolote. Publicó el libro Repensar el Agua, las reflexiones de Aguaxaca (Carteles 2011).
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