Después de la Revolución, la introducción del cultivo de café en la región triqui –sobre todo en Copala– provocó la ambición de los grupos dominantes de Putla y Juxtlahuaca que, a partir de 1920, acapararon tierras y producción; además de vender armas y aguardiente a los indígenas de la zona.
La situación de los triquis a finales de 1930 fue descrita por Carlos Basauri: “Sus habitaciones, alimentación, indumentarias […] en general todas las manifestaciones ostensibles de su vida, acusan extrema miseria y una cultura retrasada […] conservan muy poco de su cultura tradicional y notamos una fuerte influencia de la cultura mixteca: el comercio ambulante, la mayoría de los artículos manufacturados, algunas materias primas, y aún la música, los cantores y los pirotécnicos que intervienen en todas sus fiestas religiosas, son de origen mixteco.” Además, las mujeres confeccionaban su indumentaria tradicional adquiriendo algodón de éstos. Basauri apunta:
“Los comerciantes mixtecos que vienen de San Miguel, venden algodón, carne seca, chile de onza seco y verde […] Los mixtecos del rumbo de Pinotepa Nacional llevan pescado salado de mar y plátanos; los de Cuquila: alfarería, cazuelas y ollas, y algunos mestizos o indios mixtecos traen desde Tlaxiaco y Putla, sarapes, sombreros y ropa de manta. Los indios triquis venden en estos mercados (maíz, zacate o rastrojo, huevos y gallinas) pieles sin curtir de chivos, chiles, chilacayotes cocidos, saltamontes tostados y calabazas.”
La agricultura, basada en el sistema de roza, permitía maíz y frijol para el autoconsumo, además calabaza, chilacayote y chile. La dieta sólo incluía carne de aves de corral en las fiestas, en las que el gasto para aguardiente era desmedido. Los indígenas sufrían la constante explotación de autoridades, militares y mestizos. “Se nos informó que, con cualquier pretexto, se les exige dinero, pasturas para las caballerías, o ganado y gallinas, los cuales toman por fuerza si no se los dan de buen grado.” Aunque no pagaban impuestos, brindaban servicio comunitario: el tequio. Las tierras eran comunales y no enajenables, pero había una pequeña propiedad individual, las casas sí las vendían.
El despojo de la tierra
En un contexto de violencia y disputa por tierras productivas, los municipios triquis perdieron San Andrés Chicahuaxtla que pasó a Putla Villa de Guerrero (1940) y San Juan Copala a Santiago Juxtlahuaca (1948); sólo conservaron a San Martín Itunyoso. César Huerta señala: “Se puede pensar que estas medidas gubernamentales afectaron la vida política y administrativa de los indígenas en detrimento de su cohesión e integridad, pero el efecto fue menor gracias a la organización de clanes y linajes territoriales, que implica la institución formal del aparato político-tradicional, mediante las jefaturas de los linajes y el representante del clan, que coincide con cada agencia municipal […]. Ambas presiden las acciones gubernamentales de sus poblados, a través de discusiones y negociaciones entre los dos aparatos de gobierno, decisivos en algunos problemas de la vida política y administrativa.” Desde 1950 el ejército federal entró en la región para terminar con las peleas de los barrios. La violencia, la construcción de carreteras, la explotación y la insuficiencia de tierras estimularon la migración a Veracruz y Morelos para el cultivo de caña, a Sinaloa para la pizca de algodón, a la ciudad de México y Estados Unidos, principalmente California.
Ricardo Martell señaló, en 1960, la explotación a la que fueron sometidos por los mestizos debido al cultivo de café –que lo compraban barato, aunque su precio internacional fuera alto–; los acaparadores robaban parte del grano al pesarlo, el negocio resultaba redondo porque también vendían armas y municiones a precios altos. En esa época Fernando Benítez recorrió la región y, en Los indios de México, apuntó los problemas: tenencia de la tierra, agresión y crímenes, explotación a manos de los mestizos; éstos les compraban café y les vendían aguardiente, maíz y panela; además, los triquis adquirían armas en Tlaxiaco, Putla y Juxtlahuaca. Él explica la causa del despojo de tierras de la siguiente manera:
“Así llegamos al valle de Putla. Abajo estaba el caserío de El Rosario asentado en las vegas fértiles del Copala, y comprendí entonces por qué los mestizos les habían arrebatado a los triquis esa parte de su valle: son las únicas tierras planas e irrigadas de que disponían las comunidades indias.
–El que tiene aquí un pedacito de tierra –me dijo el arriero– es un hombre rico.
–Los copalas siguen peleando estas tierras. Son sus tierras.
–Pelean inútilmente. ¿Tú crees que los del Rosario se las van a devolver? Antes perderían la vida. Están armados hasta los dientes.”
Actualmente se ubican en tres distritos: Juxtlahuaca, Tlaxiaco y Putla, aunque las mujeres y su colorido huipil forman parte del paisaje urbano de la capital oaxaqueña y es común verlas en alguna esquina del centro de la ciudad de México.
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Acerca del autor:
Historiador.
Profesor-investigador del CIESAS, Pacífico Sur.