Conocer cómo fue la estética musical en la época prehispánica es una empresa difícil. No obstante, la cultura musical material (conformada por los instrumentos sonoros), la iconografía y los documentos históricos —tanto precoloniales como de la época de contacto— pueden ayudarnos a unir cabos que nos permitan una aproximación científica a la cultura musical mesoamericana. En la Mixteca oaxaqueña, los instrumentos musicales documentados hasta la fecha —principalmente silbatos con efigies de animales y seres humanos— datan de aproximadamente 300 años a. de C. De esta época también son los silbatos bucales elaborados con piedra o cerámica, hallados en Huajuapan de León y Huamelulpan. Estos instrumentos son difíciles de reconocer ya que su forma difiere de los silbatos convencionales (figura principal). Consisten en una placa rectangular con una ranura en uno de sus cantos y dos perforaciones encontradas.

Para su ejecución es necesario introducirlos en la boca. Así, la cavidad bucal funciona como cámara de resonancia y su tamaño puede modificarse con el movimiento de la lengua. Esto le permite al ejecutante producir sonidos microtonales y simular sonidos de aves. Dadas estas características, es probable que dichos silbatos fungieran como reclamos durante la cacería o funcionaran para emitir señales de comunicación.

Durante el periodo Clásico (de 400 a 800 años d.C.) se observa un cambio significativo en el instrumental de la Mixteca. A este periodo corresponden las ocarinas de dos glóbulos recuperadas en el sitio arqueológico de Cerro de las Minas, en Huajuapan de León (figura inferior). Si bien las notas varían de una ocarina a otra, la relación entre los intervalos es la misma. Esto sugiere la preferencia por ciertas escalas y la posible existencia de dotaciones instrumentales. Estas ocarinas están decoradas con la efigie del dios del viento (Ehécatl-Quetzalcóatl entre los nahuas, o Qhuchi Koo Sau entre los mixtecos), quien porta una máscara bucal en forma de pico de ave. En la lámina 47 del Códice Vindobonensis, este dios carga el agua del cielo y la reparte a los ríos, montes y pueblos de la Mixteca. Es probable que las ocarinas hayan sido utilizadas durante ritos de petición de lluvia.

En Cerro de las Minas también se han encontrado fémures humanos que fungieron como idiófonos de ludimiento (una especie de güiro). En la lámina 24 del Vindobonensis hay una escena en donde el dios del viento canta y toca uno de estos instrumentos sobre un cráneo que funge como resonador. Hipotéticamente, las ocarinas con la efigie del dios de viento se pudieron haber tocado acompañadas de los idiófonos de ludimiento. También de la Mixteca Baja procede una extraordinaria flauta triple del periodo Clásico. Consta de tres tubos con diferente número de orificios de digitación cada uno. Con este instrumento se pueden tocar tres flautas de manera simultánea utilizando una sola embocadura. En otras áreas de Mesoamérica, como la Costa del Golfo, el área maya, Teotihuacán y Monte Albán, también se han encontrado flautas similares durante el Clásico. Estos instrumentos atestiguan la existencia de un principio de armonía, varios siglos antes de que se descubriera en Europa.

Durante el periodo Posclásico (de 800 a 1521 d.C.) hay un cambio notable en el instrumental de la Mixteca: desaparecen las ocarinas biglobulares, las flautas triples, y surgen otros instrumentos afines morfológicamente a los de los nahuas del centro de México. A este periodo corresponden las flautas de un solo tubo, ya sean de cerámica o de hueso (cutu yeque), las trompetas de caracol y los xilófonos de lengüeta (teponaztles en náhuatl o qhu en mixteco). Las flautas de hueso junto con los bultos mortuorios eran considerados objetos sagrados que se depositaban en cuevas. En cuanto al qhu, se trataba de un instrumento-códice en donde se representaron sucesos míticos o históricos.

Así, la música, y en particular el canto acompañado del qhu, fue utilizada como un recurso para transmitir la información contenida en los códices. La larga tradición musical prehispánica se vio interrumpida drásticamente a partir del siglo XVI: la cultura musical europea desplazó a la mesoamericana y gradualmente se fue conformando una nueva cultura musical. Si bien hoy en día la música indígena se expresa principalmente con instrumentos y formas europeas, el significado es diferente: se concibe como una ofrenda musical para los dioses, una manera de retribuirles por su trabajo en beneficio de los seres humanos.

Acerca del autor:
México, D. F. (1977). Etnomusicólogo. Actualmente realiza su doctorado en Historia del Arte en la UNAM.
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