Mauricio Montiel Figueiras (1968). Escritor jalisciense visitó Oaxaca para promocionar su libro Ciudad tomada (Almadía, 2012)
¿Cómo se autodefine Mauricio Montiel Figueiras, a él y a su trabajo?
En términos muy generales, me defino como narrador y ensayista. Dentro de estas zonas literarias gusto de manejar el tema de las ciudades, las metrópolis; por un lado, algo que se refleja mucho en Ciudad tomada es cómo en estos grandes núcleos urbanos aparentemente estamos muy acompañados, muy rodeados de gente, [pero] cada vez estamos más desvinculados unos de otros. Es la paradoja de que en las grandes concentraciones humanas siempre estamos muy aislados; esto lo adjudico a los grandes soportes tecnológicos, a las tantas maneras de relacionarnos con los demás sin apartarnos de nuestras habitaciones. Volviendo a cómo me defino, soy un escritor a quien interesa mucho indagar en la complejidad de los tejidos humanos en las grandes ciudades.
Esos son los temas y ejes que se perciben en Ciudad Tomada…
Sí, para empezar el título es un homenaje y espero que una reconfiguración de un cuento clásico de Julio Cortázar (Casa tomada), donde los protagonistas que son dos hermanos van siendo expulsados poco a poco de su hogar por unas presencias que nunca sabes qué son. Esa idea fue la que quise trasladar a mi libro, de cómo ya no sólo una casa, sino una ciudad puede estar tomada, conquistada, poseída por estos personajes ambiguos y sus lados oscuros, y a su vez, cómo la ciudad misma puede tomar y conquistar a los personajes. La ciudad se vuelve, entonces, una especie de ballet [que se baila] por parte de los habitantes y por parte de la misma ciudad que se habita, es el doble movimiento.
Mencionas que las tecnologías y las ciudades mismas te llevan a entrar en estos temas, ¿cuáles son las otras motivaciones que tienes? ¿Cuáles fueron los impulsos para escribir el libro
Debo decir que Ciudad tomada parte de varias anécdotas, historias y personajes reales. Me interesó el transfigurarlos y reconfigurarlos a través de la ficción. No es la primera vez que lo hago en un libro, pero sí es la primera vez que lo hago con tal conciencia. El escritor debe tener un pie firmemente plantado en la realidad para poder caminar con el otro pie en su mundo imaginario; creo que quien escribe debe tener un ancla echada en la realidad para poder escribir ficción.Si bien no conozco a ningún escritor que pueda prescindir totalmente de la realidad para escribir, existe el caso de escritores fantásticos que crean mundos nuevos, por ejemplo Tolkien; no pude evitar ver, en mi primera visita a Inglaterra, a las cercanías de Oxford (donde vivió e impartió clases Tolkien), los paisajes del Señor de los anillos, o los que yo imaginaba: vi la comarca. Obviamente no había hobbits, pero me di cuenta de cómo J. R. se había inspirado para construir sus mundos en las inmediaciones de la ciudad donde vivía. Me di cuenta de que efectivamente no puede haber una desvinculación total ni del autor más fantasioso con su realidad más inmediata. Esa misma ancla es la que yo uso, basándome en elementos reales que bien he podido atestiguar directamente para tomarlos y darles una nueva reconfiguración a través de la ficción.
¿En qué ciudades están tus anclas?
De unos años a la fecha he podido, por motivos personales y profesionales, viajar a distintas ciudades del mundo y quisiera pensar que he echado anclas, algunas más pequeñas que otras, en distintas ciudades del mundo. Por ejemplo, la ciudad que aparece al fondo y que a la vez es un personaje importante en Ciudad tomada está construida de fragmentos de distintas ciudades. Ésta es una estrategia que para nada es nueva, es una estrategia usada por unos de mis autores favoritos, Italo Calvino, en Ciudades invisibles pues lo que hizo fue basarse en ciudades existentes y tomar ciertos elementos para rebautizarlas. En Ciudades invisibles, cada ciudad lleva el nombre de una mujer inventada por Calvino para poder moverse con entera libertad dentro de estas ciudades. Esa misma estrategia es la que quise seguir, si bien el grueso de los elementos urbanos que aparecen en mi libro es de la Ciudad de México, también hay elementos que he ido tomando de otras ciudades que he conocido: puede ser Londres, puede ser París, Praga. Así van quedando sedimentos de estas ciudades y a la hora de la escritura hay una mayor libertad para el escritor de tomar elementos que funcionen en una sola ciudad, en vez de estar haciendo referencia a calles y ciudades más reales. Me gusta también usar la estrategia que usó David Lynch en Por el lado oscuro del camino, que si bien está filmada en Los Ángeles, uno como espectador nunca sabe en qué sitio están ocurriendo las cosas: es una manera de invisibilizar ciudades visibles y ésas son las herramientas y las anclas que quise aplicar en el libro.Lo que me gusta de esta manera de tratar la narrativa es que a los personajes, al no situarlos en una ciudad sólida, los invade una sensación de deslocalización, de no saber nunca dónde están parados. Sin embargo, como dice aquél personaje que se arranca la piel con los dientes del primer cuento, “El Coleccionista de Piel”, “Éste es el lugar. El perímetro que me tocó. Aquí van a venir a recogerme. Pronto”.
Además de invisibilizar infraestructuras en el libro, ocultas el espíritu humano y otras metáforas en la figura de el rostro, ¿este rostro viene de algún lado?
Creo que la persona más perversa que nos podamos imaginar, por ejemplo, Adolf Hitler, en alguna ocasión transitó por el gris, en algún momento de su vida fue niño, sintió un gran cúmulo de emociones mucho antes de pensar en el genocidio y la exterminación —y no es descubrimiento mío, no somos ni blancos ni negros y nos movemos en un gran matiz de grises. Es en esa franja neblinosa en la que se mueven mis personajes y es la franja donde también se ubican estos rostros. Me gusta pensar que nunca acaban de definirse del todo; es como cualquier humano, desde que nace hasta que muere no es más que un boceto sin terminar, nunca terminamos de configurarnos realmente, como cualquiera: ese rostro no termina nunca de hallar sus colores finales.
Otro símbolo usado en tu libro, además del rostro y las ciudades, es el de los animales, aunque más que invisibles, ausentes.
Hemos intentado inútilmente domar a los animales citadinos, y en ese relato específico, (“Los Animales Invisibles”), está la idea de cómo los animales finalmente pueden ser quienes nos observen y coleccionen a nosotros. Que existan animales ocultos y presencias que nos estén vigilando en las grandes ciudades me atrae mucho. Me pregunto con frecuencia cuál será el precio que pagaremos por haber sacado a algunas criaturas de su hábitat, de sus propias ciudades, para trasladarlos a las nuestras. Se tendrá que pagar porque estamos alterando el orden natural, aunque no siempre estemos conscientes de ello.
Esa conciencia se hace extensiva al personaje del relato, cuando se pregunta en repetidas ocasiones qué porcentaje suyo es animal.
Existe siempre la idea de que nuestro lado animal, por más oculto y sublimado que lo tengamos, siempre se mantiene latente y terminará aflorando como aflora en algunos personajes de Ciudad tomada.
Hablando como un autor no invisible, en qué sitio te gustaría ver tu libro, ¿dónde te gustaría que acabara?
Primero me gustaría que terminara en manos de muchos lectores obviamente, así como también me gustaría que estos lectores —y es algo que la industria editorial no quiere ver —