Bibliotecólogo por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Freddy Aguilar es uno de los principales gestores culturales de los últimos 20 años en Oaxaca. Con personas como Francisco Toledo o María Isabel Grañén Porrúa, ha emprendido proyectos para impulsar la lectura. Clave en la consolidación de la biblioteca del IAGO, es fundador y director de las bibliotecas Henestrosa e Infantil. También fue pieza crucial en la formación del cineclub que años después se convertiría en El Pochote.
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Coméntanos de tu participación en la configuración de bibliotecas; empezaste un proyecto de lectura en la cárcel de Ixcotel que además te permitió conocer a Francisco Toledo.
Esta experiencia de la cárcel me llevó a conocer a Francisco Toledo, a él no había que explicarle la conveniencia, la importancia de los libros y las bibliotecas, entonces me dedique a eso de ahí en adelante. Estuve algún tiempo trabajando en la Dirección de Bibliotecas de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), pero era un ambiente muy agobiante; entonces decidí trabajar con quien tuviese el convencimiento de que una biblioteca es mucho más que una simple institución burocrática: es un lugar de esparcimiento, investigación, y aunque sea solamente para fines recreativos, forma una personalidad en la gente. Va enriqueciendo sus vidas.
Yo no creo que los libros te hagan mejor persona, pero ofrecen alternativas y un mundo amplio y diverso. El mismo libro en dos diferentes lectores desencadena razonamientos, ideas o consecuencias muy diferentes.
¿En el tiempo que trabajaste en la UABJO, conociste el acervo que después se convirtió en la Biblioteca Burgoa? ¿Cómo fue?
La escuela de arquitectura se dividió en 2 escuelas: C.U. y lo que fue el edificio de la primera biblioteca del estado. Era 1983 u 84. Ahí se albergaba esta colección impresionante de libros del siglo XV al siglo XIX. Lamentablemente durante ese tiempo el acervo sufrió de vandalismo: lo desmontaron por completo, hubo saqueos de incunables. Los libros estaban tirados en tres aulas de la planta alta. Quien no se llevó libros fue porque no quiso, pero de una lista de 30 incunables que me dio el profesor Bonequi, en ese entonces el bibliotecario, me parece que no quedaba ni la mitad.
¿Qué pasó con esos libros? No sabemos, había una Arquitectura de Vitrubio impresionante, del siglo XVII, me parece, con grabados originales, que estaba en la dirección de la escuela. Sólo con el conserje, que era un anciano preocupado por esa biblioteca, pudimos hacer algo y rescatar libros y ponerles cortinas de papel kraft a los libreros para que desalentara un poco la idea de llevárselos. Luego pedí un apoyo para rescatarlos y no me lo quisieron dar.
¿Qué hiciste entonces?
Conseguí a 40 chicos y chicas de servicio social para levantarlos del piso, armar la estantería y por seis meses estuvimos limpiando y ordenando. Había un catálogo de esos materiales, una forma de organización muy elemental pero muy efectiva: estante, cajón, orden y volumen, que es lo que se estilaba en las bibliotecas decimonónicas. Cuatro números que te ubicaban un libro determinado. El siguiente paso era hacer un inventario, pero ya no me dejaron.
Cuéntanos de los orígenes del proyecto de recuperación del acervo en riesgo.
Para 1990-91 ya conocía a Toledo y le platicaba sobre esta preocupación, sobre esta colección, y cómo tenía que salvaguardarse el material de la Universidad. Organizamos una exposición en el MACO tiempo después. Fue un poco contradictorio exponer libros antiguos en un museo de arte contemporáneo, pero fue la táctica para atraer la atención sobre esos materiales y funcionó. Toledo estaba cada vez más interesado en rescatar esa colección. Vino por suerte María Isabel Grañén Porrúa. Se había invitado a otra persona a hacer la curaduría de la exposición que no pudo, pero envió a su estudiante, que era ella, y curó esa exposición. Hizo un breve catálogo y luego se le pidió que hiciera el inventario, y decidió quedarse. Aparece el empresario Alfredo Harp. Entre él y Toledo decidieron patrocinar y le pidieron a la universidad que pagase parte de los honorarios de las personas que estaban en la catalogación. En ese tiempo se estaba restaurando el ex convento de Santo Domingo y se propuso apartar la biblioteca de los vaivenes de la política, y aunque seguía perteneciendo a la UABJO, se convirtió en la Burgoa.
Al dejar la UABJO, ¿qué siguió?
Después de estar unos 18 años en la universidad decidí dejarla. Estaba en nacimiento el proyecto del IAGO. La idea fue hacer una biblioteca especializada en artes gráficas, pero nos dimos cuenta que un artista no sólo hace grabado, también hace pintura, escultura, y al obedecer a esta situación la biblioteca se amplió. La literatura es una manifestación del arte y eso nos fue llevando también al cine. Así creció la biblioteca del IAGO.
Y aparecieron otros proyectos como la Fonoteca Eduardo Mata, porque en algún momento se pensó crear la escuela superior de música con el extinto Eduardo Mata, pero a raíz de su muerte y otras circunstancias, ya no se concretó.
Atendiendo también a las necesidades de la sociedad, nos dimos cuenta que los ciegos no tenían un espacio, sólo un proyecto caduco, ubicado en la orilla de la ciudad, y esa idea de que todos los defectuosos tienen que estar aparte no nos convencía porque tienen que estar integrados, son gente como nosotros. Entonces la idea fue montar una biblioteca y un centro en el que también existiesen los ciegos y que, quizá paradójico, estuviese en el centro fotográfico. Le apostamos a la integración y siempre resultó estimulante que los ciegos se interesaran en la fotografía o en las otras actividades que se desarrollaban ahí.
Regresando al IAGO, crucial en la vida cultural de Oaxaca en los últimos 20 años, y que ha marcado generaciones, ¿cómo comenzó su biblioteca?
Había una idea en germen, el desarrollo se dio en consecuencia con la interacción de la gente porque sabíamos exactamente lo que no queríamos: repetir las experiencias de bibliotecas que priorizan la custodia de un libro por encima de que la gente lo lea. Por supuesto hay que cuidarlos, pero eso es secundario.
En Oaxaca fue el primer experimento de estantería abierta. Si buscas un libro y le dices al lector que ahí está, y ve que junto hay otro que puede resultar de interés, entonces se da lo principal: confianza. Sabíamos que se llevarían libros, que arrancarían hojas, y esto enfurecía mucho a Toledo, pero yo le decía: “¿Va a suceder, ¿no?” En todas las bibliotecas del mundo hay un margen de robo o mutilación. No somos policías, somos gente que quiere animar a la lectura. En el IAGO resultó. Nos dimos cuenta que hay personas muy interesadas en la lectura. Y ahora podemos hablar de generaciones con un espíritu más crítico que siempre están buscando una respuesta, o documentarse, o simplemente leer por placer.
Mencionaste hace rato de cómo escuchar a la gente e interactuar con ella, para construir y crecer el proyecto…
Teníamos un buzón de sugerencias, un trato personal con los lectores que te decían “es que no tienen este libro”. Pues lo conseguíamos. Generalmente las compras se hacían revisando catálogos, yendo a librerías y comprando lotes. [Pero] también se compraba un libro porque fulano de tal, que es un lector asiduo, quiere ese libro, y si nos pedían libros de superación personal decíamos que no. Había cierto criterio para decir sí o no, pero la mayoría de las veces los chicos sabían que sí se les compraba.
El caso de la BS Bibliotcea Infantil de Oaxaca es muy importante, ¿cómo ha sido la experiencia de vincularse con la comunidad?
Una cosa tan elemental como fomentar la lectura a niños, que es el principio de todo, no se da casi, no hay bibliotecas para ellos. Están las públicas que nada más por cumplir tienen un área infantil y tienen un cuentacuentos. Nosotros no tenemos un show, no andamos con la nariz de payaso. Promovemos la lectura de la misma manera en que se proyectó el IAGO, con la misma mecánica: darles la confianza, hacerles sentir que éste es su espacio, sin prohibirles correr o gritar. Primero que lo sientan y ya después se adentren en los libros. Hemos interactuado con la comunidad al ofrecer oportunidades. Que los niños no sólo vengan a ver libros, sino también a talleres, ése es el gancho, y de repente se dan cuenta que hay una biblioteca y que pueden leer por gusto, que no es para hacer la tarea, que no es por obligación escolar. A veces no es necesario estar tan encima de ellos para desarrollar eso que queremos, ese gusto.
Es un gran reto en el contexto mexicano, la educación básica no forma lectores, los disuade incluso
Los mismos maestros no leen. El gusto por la lectura es algo que pensamos se contagia, entonces no se enseña. Cuando ya gusta, lo demás viene por consecuencia: la competencia, la habilidad. Atraemos a la gente, no sólo vienen del barrio, sino de trinidad de Viguera, de Xoxo, de Zaachila. Ya están habituados a venir.
Háblanos de las bibliotecas móviles
Es parte de esa misma preocupación porque en muchos lugares no hay este servicio. [De ahí] la idea de tener brazos rodantes que vayan cubriendo aunque sea un mínimo de comunidades. No podemos cubrir más de 30 porque la idea es que regresen siempre y no tarden mucho. Como tienen su credencial, se quedan con libros y en la siguiente visita los devuelven y se llevan otro. Les hemos llevado cine o música con Steven Brown.
Hay comunidades que nos obstaculizan. Había una que nos pedía un oficio cada vez, una donde no había un lugar decente para estacionarse y que los niños estuvieran en una sombrita. Decidimos ir con los que colaboran, por su entusiasmo.
Los proyectos se van desenvolviendo en su interacción con el entorno. Muchas comunidades quieren que vayamos. En la sierra hay un festival de la palabra muy interesante e irá el camión 2 ó 3 días. Se establece una dinámica en la que toda la comunidad participa. Va Guillermo Quijas, manda la Feria del Libro para allá. Hacen lecturas públicas toda la semana, nombran a un padrino de libro por cada niño de la comunidad, que tiene la obligación de comprarle, en la feria, el libro que el niño quiera. O Abasolo, en Tlacolula, tiene su carreta de lectura. No es necesario tener una cantidad excesiva de dinero o un edifico elegante. Las oportunidades de lectura pueden darse con diferentes estrategias, por ahí alguien tiene un biblioburro, una bicicleta. El chiste es que la persona que lleva este proyecto esté convencida, animada, porque lo contagia. No necesitas ser especialista.
En el caso de las bibliotecas móviles urbanas que coordinas, cuál es su prospectiva de crecimiento.
Sobre la marcha hemos apoyado la creación de bibliotecas como la de Lomas de San Jacinto, que pertenece a la red Foni, que trabaja con niños en edad preescolar. Un proyecto muy completo porque jalan a los papás y mamás a que contribuyan: ellas atienden la cocina, les dan desayunos escolares por cinco pesos. Los papás ayudan en la construcción del edificio para las diferentes zonas de servicios, incluyendo la biblioteca.
El caso de la Biblioteca Henestrosa.
Es una biblioteca que ya está hecha, entonces no puedes hacer otra cosa. Es una buena colección y la idea es darla a conocer, con todas las ventajas.
Todavía no llegamos a una red porque es un poco difícil dentro de la ciudad. Vamos en ese camino, donde varias bibliotecas se complementan unas a otras.
¿Cómo interactuar con la comunidad? Al principio tuvimos que organizar eventos para atraer el público y darla a conocer. A raíz de estas actividades, comenzamos a ver hasta dónde podíamos llegar. Resultó que nuestros patronos son personas muy sabias, creo, y muy tolerantes con todo tipo de manifestaciones. El único criterio es: no vamos a insultar a nadie, estamos en un camino de respeto a los demás, a los derechos humanos básicos, y en ese camino podemos trabajar muchas propuestas de grupos, de otras instituciones que no tienen recursos o los espacios. En ese sentido se ha ido trabajando: se organizan foros, conferencias, exposiciones, se exponen problemas.
En resumen podemos decir que los criterios de actividades que se presentan en la BH se dan desde esta interacción con la comunidad para dar espacio a expresiones que no tendrían cabida en otros lugares…
Somos como una página en blanco: que los individuos, las instituciones, los grupos escriban ahí sus propuestas, sus inquietudes, sus creaciones. Un espacio lo más abierto posible.
Para concluir, ¿qué es una biblioteca?
Hay muchas ideas. Es muy difícil buscar una definición. Una biblioteca es un centro de interacción de la comunidad a través de los libros y ahí adquieres no sólo conocimiento, hay esparcimiento, diversión, contrario a lo que muchos piensan. Hay formas de divertirse y de pensar. Sobre todo enseñar a pensar. A través de los libros y las bibliotecas podemos vivir muchas experiencias. Hasta morir en un libro y salir bien librados. Nunca me ha gustado ensayar una definición.